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Juan José Saer, a contrapelo

Un artículo de Patricio Pron que nos ayuda a acercarnos a la obra de Saer en conjunto y, más concretamente, a El concepto de ficción, una de nuestras últimas novedades de este semestre:

Algo más de 10 años después de su muerte, la obra del argentino Juan José Saer empieza por fin a ser […] algo más accesible para los lectores, gracias, entre otros, de los responsables de Rayo Verde.

El Placer de «Glosa»

El Placer de la Lectura ha publicado una reseña de Glosa (Juan José Saer) por José de María Romero:

Saer utiliza el discurrir de la conciencia de dos amigos, Leto y el Matemático, para sugerir la forma en que la mente fluye a través del tiempo. La memoria, la realidad y la emoción se encuentran, por turnos, y se recombinan en un fascinante caleidoscopio.

Glosa en Boomeran(g)

«Glosa  creo que podría considerarse la mejor suya, al menos hasta que leamos la próxima. Es también de muy grata lectura. Saer ha venido perfeccionando, quizás involuntariamente, su costado thriller, la creación de un interés hipnótico y esa suerte de impulso deseante por llegar al final, deseo tematizado al modo paradójico aquí, pues de lo que se trata es justamente de la eternización del instante de felicidad».

El Porteño

Saer, diez años de magisterio ausente

Si Nadie nada nunca, escrita durante cuatro años en difíciles circunstancias personales, le valió general reconocimiento de la crítica, Glosa fue la confirmación de la fertilidad de los instrumentos de representación que el argentino había ido construyendo. La anécdota es mínima. Dos amigos, Leto y el Matemático, miembros ambos del grupo de personajes que reaparecen una y otra vez en novelas de Saer, tienen un fortuito encuentro callejero que los hará recorrer juntos 21 cuadras (manzanas). Durante ese paseo, ambos se dedicarán a reconstruir el cumpleaños de un tercero, al que ninguno de los dos ha asistido y del que sólo tienen noticia por fragmentarios relatos ajenos, algunos delirantes. El resultado son 220 páginas sobre los límites de la posibilidad de narrar, repletas de demoradas descripciones, de recuerdos recurrentes, de añadidos, correcciones y desmentidos, que cabalgan sobre una estructura inspirada en El Banquete de Platón y que acaban revelándose como una compleja conjetura sobre esa incertidumbre a la que, sostiene Saer, llamamos realidad.

Saer, por Juan Becerra

A diez años de la muerte del escritor, ensayista y poeta Juan José Saer, su colega Juan Becerra lee al autor de El entenado según el peso en su propia literatura, la pasada y la presente, donde aparece de manera fantasmática, sin desaparecer: pasar por Saer, pareciera decir Becerra, no es una experiencia susceptible de perderse u olvidarse.

El universo Saer, a 10 años de su muerte

El pasado jueves, 11 de junio, día en que se cumplieron diez años de la muerte del santafesino, la editorial realizó un homenaje en Casa de América de Madrid, en el que los periodistas Juan Cruz y José Ignacio Padilla realizaron un repaso por su obra. Asimismo, Rubén Tejerina realizó una lectura dramatizada de El entenado .

“Es habitual leer que Saer no es un autor para las masas, esto es porque es un escritor exigente con su lector, al que invita a la reflexión y al cuestionamiento. Eso es lo interesante de su narrativa, porque obliga al lector a crecer, a desarrollar una visión más profunda”, han escrito Del Valle y Huerga en el ensayo en que reúnen textos y estudios sobre Saer, además de algunos fragmentos de sus libros, y que se entrega con la reciente edición de Glosa .

Rayo verde es una editorial independiente que se ha puesto al hombro la difusión de la obra de Saer en España, donde, dicen las editoras, su obra “había sufrido el abandono”.

Destacan en su estudio la construcción, en clave visual, del relato saeriano: “Buscará siempre los diversos enfoques de un mismo suceso, explicando así la incapacidad de las palabras para contar los sucesos. Para la construcción narrativa sólo utiliza detalles de superficie, luz, sonidos, escenarios, ritmo; recursos propios de la narración cinematográfica. La mirada del personaje se sitúa sobre el mundo como una cámara y será el lector quien deduzca y cree en su imaginación la interioridad de los personajes”.

Y 10 años después, Saer sigue ahí…

«Con la lluvia, llegó el otoño, y con el otoño, el tiempo del vino.»

Ése fue sólo el arranque que dejó escrito del séptimo y último capítulo de La grande, la que sería su novela más extensa y quizá la más ambiciosa y lograda, cuando un cáncer de pulmón se lo llevó el 11 de junio de 2005 en París.

Lo cierto es que Saer también cosecha cada día más lectores y acapara la atención de la crítica en otros ámbitos, como el español, donde aún no circulan las ediciones póstumas de sus Papeles de trabajo. «No tuvo mucha suerte en su vida editorial, ni tampoco buen lobby para los premios -sólo le dieron el Nadal en 1987 por La ocasión-, pero se llevó el más importante, al que muy pocos acceden: el de la posteridad», dice el poeta y ensayista Edgardo Dobry. «Y es significativo, porque nunca fue un escritor de lectores masivos, pero siempre hay una célula saeriana en activo», bromea en referencia a la editorial independiente Rayo Verde, que ha comenzado a reponer toda su obra en las librerías españolas, además de lanzar una guía, Universo Saer, de Marina Del Valle Blanco y Laura Huerga.

Che, Rayo Verde Editorial ya se oye en Argentina.

El recuerdo de un autor tan ineludible como eludido

“Saer escribía como lector y leía como escritor –plantea Chejfec–. Esa discordancia convierte su obra en única. Se supone que un escritor debe creer absolutamente en lo que escribe; Saer en cambio tenía una conciencia crítica extraña, un poco desengañada: sabía que toda literatura, hasta la más sublime o particular, se transmuta tarde o temprano en convención. Esa creencia operó como una limitación, en el sentido de que generó una actitud bastante escéptica frente a sus resultados pero absolutamente comprometida con sus premisas. Es cruel retacearle a un escritor importante su pizca de primicia, pero no sé si el eje de lo nuevo es el más útil para describir a Saer, salvo que digamos que en todo lo nuevo debe haber una ambivalencia, aunque creo que no es la idea. Más bien, creo que su obra combinatoria moderniza parte de la literatura argentina, lo cual produce otro arraigo. Lo nuevo a secas estuvo representado antes por  Cortázar y después por  Puig.” Dupont señala que en casi todas las novelas y relatos, Saer toma las formas de la gran tradición modernista de principios de siglo –James Joyce, Virginia Woolf, Faulkner, Marcel Proust, Robert Musil– y del nouveau roman, sobre todo Alain Robbe-Grillet, y las cruza con el paisaje. “A su modo, ya lo había hecho su maestro Juanele Ortiz con  Mallarmé y los simbolistas, franceses y belgas, y el paisaje ribereño. Y además está eso de llevar a la prosa los procedimientos, los ritmos y los tiempos que generalmente se le atribuyen a la poesía. Ese es el ‘experimento’ de Saer, que a su vez él reinventa a lo largo de su obra, porque en todos sus libros, si bien hay una continuidad muy evidente, también hay una suerte de apuesta narrativa nueva que busca abrir nuevos canales.”