En su blog «Tan alto el silencio», Ricardo Martínez Llorca reseña Sin más amigos que las montañas, de Behrouz Boochani. Dice, entre otras cosas:
«Mientras su cuerpo se sacudía -o tal vez lo que se sacudía era su mirada, que es la herramienta desde la que nos habla-, Boochani iba enviando mensajes a través del teléfono móvil. Uno supondría que la redacción de estos mensajes debería ser apresurada, telegráfica, pero no, la obra se escribe con una serenidad y un respeto al lenguaje, que la transforman en alta literatura: en ese sentido, Sin más amigos que las montañas pertenece a la vieja estirpe literaria, la de aquella que bebe directamente de las fuentes de la vida».
Y también:
«Entre la miseria, Boochani encuentra momentos lucidísimos en los que reclamar la idea de que la bonhomía y la libertad son dos caras de una misma moneda, y que en ambas caras se ha grabado el mismo rostro, el nuestro, el de nuestro prójimo.